Decidí no mostrar signos de haber despertado, me quedé completamente inmóvil, escuchando. La puerta se abrió con un crujido, y dos personas entraron en la habitación. Hablaban en voz baja, pero no pude captar lo que decían. Sus voces estaban apagadas, como si hablaran intencionadamente bajo para que nadie pudiera escucharlos. Sin perder tiempo, arrojaron dos pesadas bolsas al suelo, y el golpe sordo de las bolsas contra el piso de piedra resonó en mi pecho con un sonido desagradable.
La puerta se cerró de golpe, y los pasos comenzaron a alejarse rápidamente. Me quedé sola en este lugar húmedo y podrido, pero ahora sabía que algo estaba pasando. No podía permitirme quedarme aquí.
Y dentro había cuerpos humanos
Cada movimiento era acompañado de dolor y una fatiga increíble, pero la curiosidad y el deseo de entender lo que estaba sucediendo prevalecieron. Me arrastré hacia las bolsas que los guardias habían arrojado descuidadamente a mi temporal infierno. La sensación de pegajosidad y humedad en la superficie de las bolsas me hizo tensarme al instante. Los contornos, claramente visibles a través de los nudos apretados, no dejaban lugar a dudas: dentro había cuerpos humanos.
La visión era tan espantosa que me quitó el aliento. Aunque en mis pocos años había visto horrores, esto me hizo perder el suelo bajo mis pies. El hedor que impregnaba el sótano era insoportable, pero comencé a acostumbrarme a él. Sin embargo, el nuevo olor, fuerte y dulzón, persistente y envolvente, llenó el aire. Era el olor de la sangre coagulada. Se infiltraba en mis fosas nasales, mezclándose con el frío, y sentí cómo todo dentro de mí comenzaba a volverse.
Instintivamente me eché hacia atrás, conteniendo el impulso de vomitar. Las bolsas estaban pegajosas por la sangre, y mi mente luchaba frenéticamente por alejar las imágenes de lo que había dentro. Tan pronto como traté de imaginar lo que podría ser, la realidad comenzó a desmoronarse ante mis ojos. Mi cabeza se nubló, como si las paredes y el suelo desaparecieran, dejándome en una especie de limbo.
En ese momento, de repente me pareció que todo esto era solo un sueño, que nada de esto podía ser real. Todo lo que veía, todo lo que sentía, era una ilusión, una pesadilla en la que me hundía más y más. Pero no podía permitirme perder el conocimiento. No ahora. "¡Lana, ayúdame!" resonó en mi cabeza, pero no hubo respuesta. Aprieté los dientes, tratando de mantenerme a flote.
Cada movimiento me costaba un gran esfuerzo, pero la curiosidad prevalecía. Me arrastré hacia las bolsas que los guardias habían arrojado descuidadamente a mi refugio temporal.
Luchaba por mantener la calma, aunque mi cuerpo parecía no responder. La pánico se elevaba en mi interior, como una ola, amenazando con ahogar el resto de mi razón.
Desesperadamente intentaba convencerme de que todo esto no era una ilusión, que cada terrible momento a mi alrededor era la realidad, y que mi vida pendía de un hilo.
Me rodeaba un silencio mortal, interrumpido solo por el latido de mi propio corazón, pero sabía que el tiempo se me acababa. Necesitaba idear un plan para escapar de aquí, pero… mi mente estaba vacía. Completamente vacía. Como un barril agujereado del que se han derramado todas las ideas, todas las estrategias.
Cada pensamiento, tan pronto como nacía, desaparecía al instante, disolviéndose en una niebla de dolor. Con horror, me di cuenta de que ese dolor, que pulsaba en mi cabeza y en mi cuerpo, bloqueaba mi capacidad de pensar.